miércoles, 15 de mayo de 2013

Las pulcatas del Centro Histórico
30 Abril 2013
16:16
Por: 
Armando Ramírez
“Babadadry”, “pulmón”, “baba de perico”, “neutle”, “tlachicotón”, “pulque”, “viagra azteca”, “el elixir mágico”, aquél que cuando se bebe en una casa se duermen dos y amanecen tripas de gato…
“Bebida –dice en una de las paredes de la pulquería La Bella Hortensia– que era la bebida de los emperadores aztecas,” aunque se aclara que en el imperio mexica si se encontraba un briago en la calle, éste sufría severos castigos.
Hubo un tiempo en la bella Anáhuac en que el pulque fue menospreciado, arrinconado primero por el vino, luego por la lucha comercial con la cerveza. Tan es así que en el siglo XX se le cantaban las golondrinas.

Cada año desaparecían pulcatas junto con los oficios más pobretones de la ciudad:
El mecapalero bailó con la emigración de los bodegueros de la Merced a la Central de Abasto al oriente de la ciudad. Así hasta que los cargadores por arte y magia de los tiempos del siglo XXI se convirtieron en conductores de bicitaxis.
Vaya echándole lápiz y entonces el panorama de la vieja pulquería con nombres tan fantásticos como La Sangre Azteca, Aquí me quedo, El Gran Tinacal, La Parroquia, Los Hombres Sin Miedo, Los Duelistas, La Hija de los Apaches, o La Risa… le sonarán como si fuera La Última Carcajada de la Cumbancha:
"La última carcajada de la Cumbancha / 
Llévale tus tristezas y mis cantares / 
Tú que sabes reír, tú que sabes sonar /
Tú que puedes decir como tengo el alma de tanto amar…"
Y sí, así como si escuchara la voz aguardentosa y pacheca del gran Agustín Lara, así iban esfumándose las pulcatas y su ambiente: la penumbra acogedora de la soledad en la libación azteca, con sus pisos regados de aserrín y la inconmensurable rocola con canciones del Charro Avitia, Javier Solís interpretando a Agustín Lara, la Sonora Santanera y los vasos con sus medidas: La Catrina, El Tornillo, etcétera.
¡Y los curados! Esos sí eran curados de cacachuate, avena, jitomate, apio y no los dulcísimos curados que ahora beben los chilpayates del tiempo minibarroco, con poco sabor a pulque pero grato sabor a frutas. En fin, en gustos y enmielados cada quien escoge la mejor ruta del Dios Baco.
Pero qué creen: de unos seis, siete años a la fecha, los jóvenes llegaron con su conciencia ecológica para ponerse dos que tres y escogieron una bebida orgánica, de raíz azteca, sin químicos.
Y en vez del mecapalero, el cargador, el albañil y el dos de bastos, el personal se transformó en el poeta, el músico, el pintor, el cuento, el estudiante y los antropólogos que quieren rescatar la tradición, la herencia contra el everybody del consumismo, etcétera.
Y llegaron y se aposentaron como los príncipes aztecas, acá la Xóchitl, allá el Tlacuilo, acá Maxtla y acullá Itzel y así el panorama antiguo se evaporó y apareció el Dijei je je con sus notebooks y su conexión a internet y ábranla que las pellizco.

Recogieron las tradiciones de Diego y Frida –que se me hace que eran puros gua gua con el pulque, pero en fin– y los pintores urbanos comenzaron a darle su inspiración a las paredes de las pulcatas. Eso sin contar que como ya son otros tiempos, el departamento de mujeres se convirtió en la bodega de los tiliches y las damitas con derechos propios pidieron mano en esto de chupar pulque y chúpele pichoncita que aquí está su curado de pitahaya.

Eso sí, a la damita se le hizo fácil borrar de su memoria a esa gañán a quién yo amaba tanto y ahí salen las de san Perico para que vean que donde hubo fuego quedaron cenizas y va carnalaza, no llore nomás acuérdese de los momentos chidos.
Como siempre, la pulca es el columpio del amor, el rincón brujo donde se encuentra su pior es nadita y el aquí me planto como maguey.
Ahora las pulcas están de nuez vivitas y coleando, coloridas y tan rejuvenecidas que han contagiado otros lares de la ciudad. Aunque lo gacho del mercado libre es que el kilo de tlachicotón en pulcatas fifí se eleva un buen.
Es más, la botana en La Risa fue chicharrón con nopalitos navegantes en chile verde y frijoles caldosos con epazote y tortillitas recalentadas. Nada que ver con las botanas de las chelerías: chicharrones de harina grasosos y salsa  de químicos, digo, como dijo Carlitos Marx, todavía hay etnias que mascan el chichimeca…
Aunque claro el look de la pulcata raspa no se adquiere más que con el paso tiempo:
"Deja de llorar yo cada día la olvido más y más / deja de llorar yo cada día la olvido más y más / la olvido más y más…"
Ahora las viejas/nuevas pulcatas le dan prosapia y punch al Centro Histórico y, siempre, como dijo una pareja de amigos españoles que visitaron La Risa y el salón Casino: la guacareada se hace en jícara… Y más y más… Porque no sé qué tienen las viejas pulcatas que hasta poetas salen y en el aire las pescan:
“Aguas de las verdes matas, tú me tumbas,  tú me matas, tú me haces pegar propaganda en las paredes chilangas…”
Que’sto que’l’otro Magdaleno el que se raje…. Digo, qué tanto es tantito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario